Estos son unos hechos hipotéticos: Un individuo, que no está bajo custodia, se entera que el Ministerio Público de los Estados Unidos lo tiene en su punto de mira. Contrata a un abogado que aborda al fiscal. El fiscal le dice al abogado que tiene la intención de acusar formalmente o que ya un gran jurado tiene cargos formales contra el individuo, en cuyo caso el individuo puede o bien 1) entregarse, 2) entregarse y colaborar, o 3) vivir oculto y enfrentar el riesgo de ser detenido en su propio país o esperar una extradición.
Si el acusado elige colaborar, las partes disponen reunirse en un lugar secreto, con frecuencia en otro país, como en Aruba o Panamá, y si todo va bien, el acusado firma un acuerdo para colaborar, pero al fin y al cabo tiene que entregarse e ir a la prisión, o algunas veces, si las circunstancias lo justifican, permanecer en libertad para colaborar en forma proactiva, y entonces entregarse para que se le dicte la pena.
El individuo—ahora oficialmente un “acusado”—tendrá que admitir su culpabilidad finalmente, pero puede que no sea sentenciado durante varios años o, como sucede en Miami, puede ser sentenciado antes de haber completado su colaboración y esperar que el fiscal presente después un pedimento de “reducción de la condena”. A mi no me gusta ese procedimiento porque pueden suceder muchas cosas entre el momento en que originalmente se le impone la condena al acusado y el momento en que se presenta el pedimento de una reducción. El fiscal con toda tranquilidad puede tomarse su tiempo para presentar tal pedimento. Es posible que el fiscal se haya ido de la fiscalía y el que lo reemplazó sea menos entusiasta con respecto al pedimento de reducción, o puede que las reglas de colaboración y dictados de pena de la fiscalía hayan cambiado. Hay cosas que pasan. Pero si todo va bien, después de unos cuantos años el acusado es liberado y puede continuar su vida. Muy pocas veces usted va a encontrar “mala fe” en estas negociaciones.
Pero si ese escenario no sucede, es decir, si el individuo no quiere o no puede colaborar por motivos de seguridad o razones personales o sencillamente porque no tiene nada sobre lo que pueda colaborar, entonces se arma la quema del mesón. Las cosas empiezan a ir muy mal. El acusado huirá, pero créanme que le aprehenderán más tarde o más temprano y entonces tendrá que elegir entre una admisión de culpabilidad o la celebración de un juicio. Un acusado prominente no puede declararse culpable sin colaboración porque un acusado destacado, especialmente uno con un historial de violencia, recibirá una sentencia muy dura. No tienen más que mirar el caso del hijo del presidente de Honduras que no quiso o no pudo colaborar, se declaró culpable y recibió una pena de 24 años.
Si ese acusado prominente elige ir a juicio y lo gana, bendiciones. Pero si tal acusado pierde en el juicio, tendrá que calcular que pasará por lo menos 15 o hasta 20 años en la prisión. Para la mayoría de los acusados eso significaría perder la mejor parte de sus vidas sin una visita de nadie de su hogar si son de un país extranjero y sus familias no pueden conseguir visas.
El acusado no obtendrá ninguna reparación judicial mediante un recurso de apelación de su sentencia. Virtualmente todas las sentencias condenatorias son ratificadas, especialmente en las causas de narcotráfico y lavado de dinero, y aunque se pueden apelar las condenas, la única sentencia que he oído decir que alguna vez se modificó fue una en la que el tribunal pensaba que la pena fue ¡demasiado baja!
Y ninguna persona acusada debe pensar que puede ir al agente de la causa para “aclarar su caso” demostrando que todo no es más que un malentendido muy grande. Los agentes ya lo han anticipado y determinado más allá de una duda razonable que eso es muy poco probable. Si el Ministerio Público de los Estados Unidos puede acusarle formalmente, es porque cree que puede obtener una sentencia condenatoria. Los fiscales son adversos en extremo a correrse riesgos. He visto causas que han sido desestimadas cuando ellos no podían obtener una condena con facilidad.
No estoy dando esta información para asustar a nadie ni para promover colaboración. Sencillamente estoy previniendo sobre los hechos en la vida. Si usted no sabía todo esto, tal vez estas palabras le ayuden a salvar su vida.
David Zapp y Johanna Zapp