Por Adam Gopnik
Aquí esta otro problema: cada vez más prisiones americanas están siendo subcontratadas como negocios con ánimo de lucro a empresas con ánimo de lucro. Las empresas reciben pago del estado, y sus ganancias dependen de gastar lo menos posible en los presos y las prisiones. Es difícil imaginar una separación más grande entre el bienestar público y el interés privado: el interés de las prisiones privadas no yace en el bien social obvio de tener el número mínimo necesario de internos sino en tener tantos como sea posible, alojados lo más económicamente posible. No existe ningún documento más escalofriante en la vida americana reciente que el reporte anual de 2005 de una de las más grandes de estas firmas, la Corporación de Correcciones de América. Aquí, la compañía (que gasta millones cabildeando con legisladores) tiene la obligación de advertir a sus inversionistas sobre el riesgo de que de alguna manera, en algún lugar, alguien podría cerrar el grifo de los condenados:
“Nuestro crecimiento por lo general depende de nuestra capacidad de obtener nuevos contratos para el desarrollo y gestión de nuevos centros penitenciarios y de detención. . . . La demanda de nuestras instalaciones y servicios pueden verse afectados negativamente por la relajación de los esfuerzos de aplicación, clemencia en las convicciones y las prácticas de sentencia o por medio de la despenalización de ciertas actividades que están prohibidas por nuestras leyes penales. Por ejemplo, cambios con respecto a las drogas y sustancias controladas o la inmigración ilegal podrían afectar el número de detenidos, condenados y sentenciados, lo que podría reducir la demanda de las instituciones correccionales para alojarlos.”
David Zapp: ¿Quién podría haber imaginado tal documento? Éste pertenece a una empresa capitalista que se alimenta de la miseria del hombre, tratando tan vigorosamente como pueda de asegurarse que no se haga nada para disminuir esa miseria.