Después de pasar años en confinamiento solitario, el presidente uruguayo vive en austeridad

Artículo publicado en el diario The New York Times el 4 de enero de 2013

Por Simon Romero

Montevideo, Uruguay — Algunos líderes del mundo viven en palacios. Algunos disfrutan beneficios tales como un mayordomo discreto, una

flota de yates o una bodega de vinos con champañas añejas. Él vive en una casa dilapidada en las afueras de Montevideo sin ningún sirviente. Su detalle de seguridad: dos agentes vestidos de civil parqueados en un camino de tierra.

En una declaración deliberada a su nación exportadora de ganado de 3.3 millones de personas, el Sr. Mujica, de 77 años de edad, rechazó la mansión presidencial opulenta de Suárez y Reyes, con sus 42 empleados, alojándose a cambio en la casa en que él y su esposa habían vivido por años, en un terreno en el que cultivan crisantemos para vender el mercados locales.

Los visitantes pueden llegar a la humilde morada del Sr. Mujica después de conducir por la carretera O’Higgins, alineada con huertos de árboles de limón. Su patrimonio neto al ser inaugurado en 2010 era aproximadamente USD $1,800 – el valor del Volkswagen Beetle parqueado en su garaje. Él nunca se viste de corbata y dona el 90 por ciento de su sueldo, la mayoría a un programa destinado a crear viviendas para los pobres.

Su estilo actual de radicalismo de bajo perfil – un cambio notable de los días en los que llevaba armas en un esfuerzo de derrocar el gobierno – ejemplifica la ocurrencia de Uruguay como el país probablemente más socialmente liberal de Latinoamérica.

Bajo el mandato del Sr. Mujica, quien se inauguró en 2010, Uruguay ha llamado la atención por el intento de legalizar la mariguana y el matrimonio entre parejas del mismo sexo, y al mismo tiempo ejecutando unas de las leyes de derechos de aborto más amplias de la región e impulsando fuertemente el uso de fuentes de energía renovable tales como el viento y la biomasa.

A medida que la enfermedad retira al Presidente Hugo Chávez de Venezuela del escenario político, dejando al continente sin la figura de proporciones casi sobrehumanas, cuyo dominio ha movilizado la izquierda, el ascetismo estudiado del Sr. Mujica es un estudio en contrastes. Para que la democracia funcione apropiadamente, argumenta él, los líderes electos no deberían tomarse demasiado serio.

“Hemos hecho todo lo posible para hacer la presidencia menos venerable,” dijo el Sr. Mujica en una entrevista una mañana reciente, después de preparar en su cocina una taza de mate, la bebida herbal ofrecida en una calabaza ahuecada comúnmente compartida con el mismo pitillo de metal.

Pasando la calabaza, él reconoció que su estilo relajado de presidencia podría parecer inusual. Sin embargo, él dijo que dejar de lado los signos de la riqueza y el poder era una decisión conciente. Citando al filósofo Séneca, el Sr. Mujica dijo “Pobre no es el hombre que tiene poco, sino el que anhela tener más.”

ELlídereneltimóndeloscambiosenUruguay conocido por sus muchos detractores y partidarios como Pepe, es alguien que muy pocos pensarían alguna vez llegaría a ocupar tal posición. Antes de que el Sr. Mujica se convirtiera en un jardinero de crisantemos, él fue un líder de los Tupamaros, una guerrilla urbana inspirada en la Revolución Cubana, que llevó a cabo robos armados de bancos y secuestros en las calles de Montevideo.

En su guerra en contra del estado Uruguayo, los Tupamaros ganaron mala fama por culpa de la violencia. El cineasta Constantin Costa-Gavras obtuvo inspiración para su película de 1972 “Estado de Sitio,” de la abducción y ejecución en 1970 de Daniel Mitrione, un consejero americano a las fuerzas del orden público de Uruguay. El Sr. Mujica ha dicho que el grupo “trató a toda costa de evitar asesinatos,” pero él también ha reconocido

eufemísticamente sus “desviaciones militares.” Una contrainsurgencia brutal reprimió a loa Tupamaros, y la policía capturó al Sr. Mujica en 1972. Él pasó 14 años en prisión, incluyendo más de una década en confinamiento solitario, frecuentemente en un caverna en el suelo. Durante ese tiempo, él pasó más de un año sin tomar un baño, y sus compañeros, dijo él, eran pequeños sapos y ratas con quienes él compartía migajas de

pan.

Algunos otros miembros de Tupamaros que fueron asignados por años a confinamiento solitario no aprendieron los beneficios de hacer amistad con roedores. Uno de ellos, Henry Engler, un estudiante de medicina, sufrió una crisis mental severa antes de su liberación en 1985.

El Sr. Mujica rara vez habla sobre su tiempo tras las rejas. Sentando en una mesa en su jardín, sorbiendo su mate, él dijo que este le dio tiempo para reflexionar. “He aprendido que uno siempre puede comenzar de nuevo,” dijo él.

Él decidió comenzar de nuevo al entrar en la política. Elegido como legislador, él sorprendió a los asistentes de estacionamiento del Parlamento al llegar en un Vespa. Después del ascenso al poder en 2004 del Frente Amplio, una coalición de partidos de izquierda y demócratas sociales centristas, él fue nombrado Ministro de Ganado, Agricultura y Pescaderías.

Antes de que el Sr. Mujica ganara las elecciones de 2009 por una amplia margen, su oponente, Luis Alberto Lacalle, menospreció la casa pequeña del Sr. Mujica aquí como una “cueva.” Después de ese incidente, el Sr. Mujica también perturbó a algunos en el establecimiento político de Uruguay al vender una presidencia residencial en un centro turístico de la ciudad, declarando la propiedad “inútil.”

Sus donaciones le dejan con alrededor de USD $800 a mes de su salario. Él dijo que él y su esposa, Lucía Topolansky, una previa guerrillera que también fue encarcelada y ahora es senadora, no necesitan mucho para vivir. En una nueva declaración en 2012, el Sr. Mujica dijo que él compartía bienes que se encontraban previamente en nombre de su esposa, incluyendo su casa y equipo de agricultura, lo cual aumentó su patrimonio neto.

Él señaló que su predecesor del Frente Amplio como presidente, Tabaré Vásquez, también ocupo su casa propia (aunque el Sr. Vásquez, un oncólogo, vivía en el prestigioso distrito del Prado) y que José Batlle y Ordóñez, un presidente a comienzos del siglo 20, quien creó el estado benefactor de Uruguay, ayudó a forjar una tradición en la cual “no existe distancia entre el presidente y ningún vecino.”

De hecho, si hay algún país en América del Sur en donde un presidente puede manejar un Beetle y andar por ahí sin un cortejo de guardaespaldas, este podría ser Uruguay, el cual consistentemente figura entre las naciones menos corruptas y menos inequitativas de la región. Pese a que el crimen se ha convertido en una preocupación cada vez más, Uruguay sigue siendo un competidor por el país más seguro de la región.

Sin embargo, el estilo de gobierno del Sr. Mujica no le cae bien a todo el mundo. La propuesta de legalizar la mariguana, en particular ha incitado un intenso debate, con encuestas que muestran que la mayoría de uruguayos oponen la iniciativa. En diciembre, el Sr. Mujica pedió a los legisladores que postergaran el voto para regular el mercado de mariguana, aunque él está empujando para que la propuesta de ley sea discutida de nuevo pronto.

“Es una vergüenza tener a este hombre como presidente,” dijo Luz Díaz, de 78 años de edad, una camarera retirada que vive cerca del Sr. Mujica y votó por él en 2009. Ella dijo que no haría lo mismo si tuviera la oportunidad. “La cosa de la mariguana es absurda,” añadió ella. “Pepe debería regresar a ser vendedor de flores.”

Las encuentras muestran que sus índices de aprobación están decreciendo pero “Me vale un carajo,” insistió el Sr. Mujica, enfatizando que él consideró la reelección a términos consecutivos, los cuales ya son prohibidos por la Constitución de Uruguay, considerados “monárquicos.” “Si yo me preocupara por los encuestadores, no sería presidente,” dijo él.

Con dos años para completar su término, el Sr. Mujica parece apreciar la libertad para hablar libremente. Con respecto a sus creencias religiosas, el dijo que él todavía estaba buscando a Dios. Él lamente que tantas sociedades consideran el crecimiento económico una propiedad, llamando esto “un problema para nuestra civilización” debido a las demandas sobre el planeta.

(Interesantemente, la economía de Uruguay todavía se está expandiendo confortablemente a una velocidad anual de 3.6 por ciento.)

Cuando la calabaza de su mate se quedó vacía, el Sr. Mujica se desapareció a su cocina y regresó con una sonrisa pícara y una botella de Espinillar, una bebida alcohólica uruguaya destilada de caña de azúcar. Todavía no era mediodía pero se sirvieron copas y hubo un brindis.

Después de esto, el presidente cambio de temas frecuentemente, de la antropología y el ciclismo hasta la devoción a la carne de los uruguayos. Él dijo que él no puede soñar con retirarse, pero espera con ansiedad los días posteriores a su presidencia, cuando él espera dedicarse a la agricultura de tiempo completo.

Finalmente, los ojos del Sr. Mujica brillaron cuando recordó un pasaje de “Don Quijote” en el cual el caballero andante bebe vino de un cuerno

y cena cabra salada con sus anfitriones cabreros, dando un discurso en contra de la “pestilencia de la galantería.”

“Los pastores de cabras eran la gente más pobre de España,” dijo el Sr. Mujica. “Quizás,” añadió él, “ellos eran los más ricos.”

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