Publicado en el diario The New York Times el 15 de Junio de 2012
Por William Alden y Azam Ahmed
El jurado del juicio de Rajat K. Gupta por acusaciones de haber llevado a cabo transacciones bursátiles con información privilegiada tomó solamente dos días para llegar a un veredicto. Pero el proceso no fue fácil, ya que varios miembros del jurado dijeron que se sintieron en conflicto.
Después de menos de diez horas de deliberaciones, el jurado encontró que el Sr. Gupta, director jubilado de la firma consultora McKinsey & Company y previo miembro de la junta directiva Goldman Sachs, era culpable de un cargo de conspiración y tres cargos de fraude en valores. El veredicto puso fin a una súbita desgracia para el Sr. Gupta, el ejecutivo de negocios más prominente atrapado por la campaña contra las transacciones bursátiles con información privilegiada.
El Sr. Gupta, oriundo de la India, quien asistió a la Facultad de Negocios de Harvard por beca después de haber quedado huérfano en su adolescencia, despertó la compasión de varios miembros del jurado. El presidente del jurado, Rich Lepkowski, ejecutivo de una organización sin ánimo de lucro, dijo que el Sr. Gupta era un ejemplo del sueño americano, alguien que había vivido una “vida de libro de cuentos.”
“Nosotros lo miramos a él y a lo que él había hecho profesionalmente,” dijo el Sr. Lepkowski, de Ossining, NY, de 51 años. “Nosotros teníamos la esperanza de que él fuera a quedar libre.”
Pero los montículos de pruebas circunstanciales en contra del Sr. Gupta probaron demasiado arrolladores como para ser ignorados, dijeron los miembros del jurado. Por medio de registros telefónicos y registros de transacciones comerciales, los fiscales convencieron al jurado que el Sr. Gupta había divulgado secretos de la sala de la junta a su antiguo amigo y socio de negocios, el caído titán de fondo de alto riesgo Raj Rajaratham, quien actualmente se encuentra cumpliendo una condena de 11 años por negociaciones bursátiles con información privilegiada.
Los fiscales mostraron que en varias ocasiones, el Sr. Gupta había llamado al Sr. Rajaratnam minutos después de haber participado en reuniones de la junta directiva de Goldman Sachs. El gestor de fondo de alto riesgo entonces hacía transacciones usando información secreta, y después se jactaba en llamadas telefónicas grabadas de que él había recibido información de alguien en la junta directiva de Goldman Sachs.
“Con respecto a los cargos de los cuales lo condenamos, sentimos que habían suficientes pruebas circunstanciales de que cualquier persona razonable hubiera podido hacer esa conexión,” dijo el Sr. Lepkowski. Parte de la defensa del Sr. Gupta se enfocó en su estatus dentro de círculos corporativos, del cual alguna vez hizo alarde. Un hombre con las credenciales del Sr. Gupta no decidiría violar la ley en la séptima década de su vida, argumentó el Sr. Naftalis.
De hecho, los miembros del jurado tuvieron dificultad tratando de descifrar los motivos del Sr. Gupta. ¿Por qué será que el Sr. Gupta, un hombre adinerado a decir de todos, decidiría violar sus responsabilidades corporativas al pasarle información confidencial al Sr. Rajaratham? ¿Qué recibiría él a cambio?
El jurado nunca escuchó del Sr. Gupta, cuya familia se sentó en la galería de espectadores durante el juicio de un mes de duración. La semana pasada, el Sr. Naftalis (quien había antiguamente se desempeñó como secretario del juez y cuyo hijo, Ben, es fiscal en la misma oficina que enjuició al Sr. Gupta – hasta ahí llegan las “conexiones” que tantos acusados latinoamericanos prefieren), dijo que su cliente “muy posiblemente” testificaría, pero después cambió de parecer, y no lo puso en el estrado de los testigos. Pero para el jurado esa decisión fue inconsecuente. “A mí no me hubiera importado si él hubiera testificado o no,” dijo él.
Comentario
¿Qué podemos aprender de esto? Primero, que los fiscales presentan cargos con los que ellos puedan ganar, no solamente en los que ellos creen. Ellos no son así de sentimentales. Segundo, ellos no pasan nada por alto. Ellos averiguan todo lo que no sepan. Y lo que ellos no entiendan, lo estudian. Si a usted se le ocurriera algo, a ellos se les ocurriría primero.
Segundo, ellos lo hacen con pruebas concretas: registros de llamadas, grabaciones, conversaciones interceptadas, registros de peajes, documentos; es decir, pruebas que usted no puede refutar. Cuando ellos sí pierden a veces es cuando presentan casos sirviéndose de testigos con mala reputación, tales como narcotraficantes o miembros del crimen organizado. Si eso es todo lo que tienen, ellos traen tantos testigos como puedan, apoyándose en el poder de las multitudes, como para que el jurado se figure que ellos deberán estar diciendo la verdad.
¿Qué motivo? Ninguno. Pero ese aspecto se consideró. En casos de drogas y crimen organizado, la motivación para mentir causa estragos a los fiscales. Los testigos cooperantes siempre tienen una motivación para mentir ¡y encima de todo son tipos malos! Por eso es que los fiscales rodean a estos tipos con montones de pruebas irrefutables.
Con respecto al hecho de que el acusado no testificó. “No me hubiera importado si él hubiera testificado o no,” dijo el miembro del jurado. ¿Por qué? Porque a los jurados les dicen que un acusado nunca tiene que testificar. Los jurados obedecen.
Si el juez le dice a un jurado que su única misión es decidir si el gobierno ha probado su caso, los jurados obedecen aun si ellos piensan que el acusado es culpable. Si un juez le dice a un jurado que ellos deben darle el beneficio de la duda al acusado, ellos obedecen: “Nosotros lo miramos a él y a lo que él había hecho profesionalmente. Nosotros teníamos la esperanza de que él quedara libre.”
Un gerente de fondos de alto riesgo se jactaba “en llamadas grabadas que él había recibido un chisme de alguien en la junta directiva de Goldman.”
Lo que nos muestra que no importa qué tan cuidadoso usted sea, usted no puede prevenir que otros no lo sean. Frecuentemente se dice que lo importante no es lo que usted diga, sino lo que otros digan de usted.
Pues bien, muchas lecciones aquí para los novatos.
– David Zapp